Es cierto que, a dosis bajas, el alcohol produce un efecto desinhibidor, que puede ayudar a iniciar las relaciones sexuales. A raíz de este efecto desinhibidor existe la creencia que el alcohol es un estimulante sexual, pero la realidad es que funciona como un potente depresor del sistema nervioso central, por lo que ayuda poco a la respuesta sexual.
Con el paso del tiempo, la ingesta de alcohol propicia una disminución de las neuronas hipotalámicas que producen oxitocina, que tiene mucho que ver con la respuesta orgásmica masculina y femenina, de ahí la alta frecuencia de anorgasmia entre bebedores.
Asimismo, existen diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a su respuesta sexual habiendo ingerido alcohol.
En mujeres, dosis bajas de alcohol, pueden tener un efecto positivo en cuanto a la alteración de la cognición y liberación de la represión educativa. En dosis medias-altas pueden sentirse más desinhibidas, más provocativas, pero experimentan una reducción del flujo sanguíneo vaginal, retraso en el tiempo para llegar al orgasmo y menor intensidad orgásmica.
El 30-40% de las mujeres bebedoras presenta trastornos de la excitabilidad. El 15% de las mujeres bebedoras presenta anorgasmia. En mujeres, la bebida excesiva, puede alterar las hormonas y bloquear la ovulación.