¿Qué es la alexitimia y por qué es tan difícil detectarla?

En el amplio espectro de los desafíos psicológicos, la alexitimia ocupa un lugar silencioso pero profundamente relevante. No es una palabra que aparezca con frecuencia en los medios ni un concepto que se maneje en las conversaciones cotidianas sobre salud mental. Aun así, su impacto en la vida emocional de quienes la padecen es tan real como invalidante. La alexitimia es una condición caracterizada por la dificultad para identificar, nombrar y expresar emociones. En muchos casos, quienes la sufren no son plenamente conscientes de que lo que les ocurre tiene un nombre, y menos aún de que se trata de algo que puede abordarse y mejorar mediante psicoterapia.

A diferencia de lo que suele pensarse, la alexitimia no implica necesariamente una ausencia total de emociones. Las personas con esta condición sienten, pero no pueden reconocer ni describir aquello que experimentan. Es como si sus emociones se presentaran en un idioma desconocido. Lo que para otros es evidente —sentirse triste ante una pérdida, enfadado ante una injusticia o nervioso antes de un examen— para ellas es una sensación corporal confusa, una incomodidad difusa o un vacío inexplicable. Esta desconexión emocional genera sufrimiento, pero también una gran soledad interior. Desde fuera, pueden parecer frías, racionales o incluso desinteresadas, cuando en realidad están atrapadas en una maraña de sensaciones incomprendidas.

Las raíces invisibles: de dónde surge la alexitimia

La alexitimia puede tener múltiples causas. En algunos casos, se vincula a patrones de crianza donde las emociones fueron reprimidas, ignoradas o castigadas. Crecer en un entorno en el que no se hablaba de lo que se sentía, en el que llorar era visto como una debilidad o en el que la ira era motivo de vergüenza, puede dar lugar a una desconexión emocional temprana. En otros casos, esta condición puede aparecer asociada a trastornos neurológicos, traumatismos psicológicos o como rasgo acompañante en trastornos como el autismo, la depresión o el trastorno por estrés postraumático.

Lo más complejo es que la alexitimia rara vez se presenta como el motivo principal de consulta. La mayoría de quienes acuden a terapia no dicen “creo que tengo alexitimia”, sino que llegan con síntomas relacionados: insatisfacción vital, dificultades para conectar con la pareja, incapacidad para tomar decisiones personales, una sensación constante de vacío emocional o incomodidad en situaciones sociales donde se espera empatía o expresión afectiva. Es el proceso terapéutico el que, en muchos casos, permite ponerle nombre a ese bloqueo emocional tan profundo.

Las consecuencias emocionales de vivir sin palabras para lo que se siente

Vivir con alexitimia no significa simplemente “ser poco emocional”. Las consecuencias pueden ser intensas y prolongadas. La imposibilidad de entender las propias emociones genera confusión, aislamiento y una gran frustración interna. Muchas personas con esta condición experimentan un nivel elevado de estrés, ansiedad o incluso somatizaciones físicas. Al no poder verbalizar lo que sienten, el malestar busca otras vías de expresión: dolores de cabeza, tensión muscular, problemas gastrointestinales, fatiga constante. El cuerpo se convierte en el altavoz de una emoción que no encuentra salida por otros medios.

Además, la vida afectiva se ve seriamente afectada. Las relaciones de pareja suelen ser una fuente constante de malentendidos. Expresar amor, compartir momentos de intimidad emocional o simplemente mostrar vulnerabilidad se vuelve extremadamente difícil. La pareja puede sentir que está al lado de alguien distante o indiferente, cuando en realidad esa persona está emocionalmente paralizada. Esta distancia no es una elección, sino una limitación que genera culpa, tristeza y un sentimiento de incapacidad afectiva muy profundo.

El papel de la terapia: enseñar a sentir desde el principio

En Respira Psicología, abordamos la alexitimia como un proceso de reconstrucción emocional desde la base. No se trata de corregir un “fallo” emocional, sino de enseñar un lenguaje que no se aprendió a tiempo. La terapia con personas alexitímicas no puede seguir un modelo tradicional centrado únicamente en la expresión verbal. Al contrario, se requieren enfoques que incluyan la exploración corporal, el trabajo simbólico y la creación de un espacio seguro donde se pueda experimentar y nombrar poco a poco lo que antes era inaccesible.

La primera parte del trabajo terapéutico consiste en ayudar a la persona a tomar conciencia de sus estados internos. Esto puede comenzar con descripciones muy básicas: dónde se localiza una sensación incómoda, cómo se manifiesta en el cuerpo, qué palabras se podrían aproximar a ese estado. Este tipo de intervención requiere paciencia, sensibilidad y una escucha activa por parte del terapeuta. Poco a poco, la persona empieza a identificar matices, diferencias entre tensión, angustia o cansancio emocional. Se construye una especie de mapa emocional personal, donde antes solo había niebla.

En paralelo, la terapia puede incluir dinámicas que conecten con el cuerpo, como ejercicios de respiración, técnicas de mindfulness, relajación o incluso expresión artística, según el perfil del paciente. Cada pequeño avance es una victoria: ser capaz de decir “estoy triste” por primera vez, llorar sin sentir vergüenza o identificar que lo que uno sentía no era enfado, sino miedo. Estos logros, que para muchas personas pueden parecer insignificantes, marcan un antes y un después en el proceso de reconexión emocional.

La vida después del silencio emocional: posibilidades reales de transformación

Superar la alexitimia no implica convertirse en una persona “emocionalmente intensa” o especialmente expresiva. Se trata, más bien, de adquirir herramientas para vivir con mayor autenticidad, comprensión y conexión. Las personas que han atravesado este proceso terapéutico relatan con frecuencia que comienzan a sentirse más libres, menos juzgadas por sí mismas y más conectadas con lo que viven. Las decisiones personales dejan de estar marcadas por la confusión y comienzan a tener una base emocional. Las relaciones mejoran porque aparece la capacidad de compartir, de empatizar, de estar presente emocionalmente con el otro.

En Respira Psicología creemos firmemente que toda emoción puede ser traducida si se acompaña con respeto, tiempo y escucha profunda. La alexitimia no tiene por qué ser una condena permanente. A través del trabajo terapéutico, es posible convertir esa aparente frialdad en una fuente de autoconocimiento. Lo que al principio era una desconexión absoluta puede transformarse en una sensibilidad pausada, en una emoción que llega despacio pero se vive con autenticidad. El silencio emocional no es un muro, sino una señal de que hay un camino por recorrer. Y en ese camino, la terapia es una brújula esencial.

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